lunes, 11 de junio de 2012

SIX FEET UNDER (A dos metros bajo tierra)



      AL IGUAL QUE OCURRE CON CIERTOS LIBROS, hay algunas series (pocas) que marcan un antes y un después en tu vida. Sin duda Six Feet Under es una de ellas. Se empezó a emitir en 2001 y terminó en 2005 con su quinta temporada. Pero es una obra de tal envergadura que jamás envejecerá. En todo caso se convertirá en un clásico. Y al igual que otras producciones de alta calidad como Los Soprano, Mad Men o The Wire, que se podrían considerar películas muy largas, de varios días de duración, Six Feet Under sería una gran película de 57 horas y 45 minutos.
      No me alargaré en explicar qué es Six Feet Under, de qué trata cada temporada y mucho menos, en analizar por qué es una serie tan brutalmente buena.  No hablaré de los excepcionales actores que conforman el reparto y que después se han confirmado como estrellas de la televisión. Hay centenares de magníficas reseñas ya hechas, por gente mucho más preparada que yo, que se pueden encontrar con facilidad en la web. Simplemente diré que es una  de las imprescindibles. Una serie durísima que en cada episodio te coloca delante de la muerte. Y de la vida. Y lo hace de una manera siempre descarnada; a veces irónica, otras desbordante de ternura; en la que sus personajes, los complicados y entrañables componentes de la familia Fisher, dueña de una funeraria, se convierten a lo largo de cinco temporadas en miembros de tu propia familia. Nate, David, Claire, Brenda, Ruth… siempre tendrán un lugar en el corazón de los que hemos visto la serie. Ellos crecen y evolucionan contigo, pero tú también con ellos. Cuando terminas de ver el último capítulo de la última temporada, te das cuenta de que ya no eres el mismo que antes de ver la serie. Ha cambiado tu forma de mirar la vida y la muerte. Tras 57 horas enfrentados de mil maneras a la certeza de nuestra inevitable mortalidad, la vida se nos revela como el magnífico regalo que es. Como dice uno de los eslóganes de la serie: “Cada día sobre la tierra es un buen día”.



“EVERY DAY ABOVE GROUND IS A GOOD ONE”



      Como toda obra colosal, tiene un final enorme. Desde el capítulo 5x08  hasta el último, el 5x12, uno es arrastrado por un vórtice de pura emoción, con los ojos arrasados de lágrimas, y ya no paras de girar en ese remolino, hasta que la corriente te deposita gentilmente en los famosos diez últimos minutos de la serie. Esos célebres últimos minutos de Six Feet Under sobre los que se han derramado ríos de tinta, y de los que se ha dicho que dan lugar, posiblemente, al mejor final de serie de televisión de todos los tiempos. 



   Y es muy probable que lo sea. Al menos por el momento. El último capítulo, dirigido por el propio creador de SFU, Allan Ball, el cual se reservaba siempre la dirección del último episodio de cada temporada, es una maravilla en cuanto a realización y metáforas. Puro cine. Un puñetazo tras otro al corazón, en un magnífico epílogo que ata todos los cabos, dejando al compungido espectador totalmente satisfecho, con un abundante número de kleenex húmedos alrededor y un tremendo nudo en la garganta, mientras la música de Sia lo envuelve, consoladora. Un final que es imposible ver solo una vez. Una serie que hay que ver al menos una vez en la vida.




"Un final que es imposible ver solo una vez. Una serie que hay que ver al menos una vez en la vida."

 

1 comentario:

Alfonso González dijo...

Emocionante reseña!! Como la serie misma.
SFU es más que una serie: te cambia, se cuela en tu vida para formar parte de ella, para siempre. Imposible olvidarla.
Me ha gustado mucho la serie y el post. Muy bien, Madseason!!