domingo, 25 de noviembre de 2012

Epifanía

      Imaginen por un momento un cielo blanquísimo en mitad de la noche. Imaginen tres reyes que también son magos, cabalgando bajo ese cielo, guiados por una estrella. Buscan a un recién nacido que supuestamente es el hijo de Dios, y por pura lógica, el ser humano más poderoso sobre la Tierra. Imaginen a esos tres magníficos hechiceros observando complacidos al pequeñajo, que manotea feliz bajo la mirada enternecida de sus padres (una pareja humilde que recibe estupefacta los exquisitos obsequios de la singular comitiva). Y ahora visualicen a sus majestades intercambiando miradas de alivio al salir del establo, tras comprobar que el niño es un bebé inofensivo y corriente, nada divino. Y que por tanto, no representa amenaza alguna y no es necesario liquidarlo.

2 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Afilado, Jes, un micro muy afilado, tanto que casi corta.

REconoceré que por un momento creí que apuntarías al destierro sufrido por la mula y la vaca, pero me has sorprendido y bien.

Un abrazo,

Alfonso González dijo...

¡Coño, el final es buenísimo!