sábado, 3 de marzo de 2012

Universo caótico


pintura de Zdzizlaw Beksisnki
       Primero fueron las oleadas de pesticidas que invadieron el poblado, aniquilando a casi todos  los adultos, mientras se afanaban en sus tareas. Cuando apenas quedaban los individuos más jóvenes, se sucedieron las inundaciones. Terribles y violentas mareas de agua y lluvia ácida que arrastraron  a su paso a familias enteras. Solo sobrevivieron las crías, que habían sido puestas a buen recaudo en los lugares más seguros y escondidos. Fue entonces cuando llegaron las  gigantescas barras de metal, penetrando en todos los rincones y arrancando los bebés de sus refugios. Estas, pertenecientes a una lendrera que manejaba con suma destreza Michiko Natsume, arrancaban una a una las liendres anidadas en la enmarañada cabecita del pequeño Hiroshi, quien procuraba ignorar los tirones de pelo jugando con su Power Ranger. Su madre, con el ceño fruncido y mordiéndose el labio, se aplicaba con despiadada determinación a la tarea de acabar para siempre con los malditos piojos. De pronto, levantó la cabeza extrañada. Un sordo rugido in crescendo rompió su concentración. Se levantó, se acercó a la ventana y, sin comprender, miró la gran masa de agua, escombros, coches y lodo que se aproximaba a su casa con rapidez, engulléndolo todo, en su recorrido por la pequeña aldea de Onagawa, en la prefectura de Miyagi, no lejos de Fukushima.



2 comentarios:

Alfonso González dijo...

Gran microrrelato, con sorpresas y giros inesperados muy bien calculados. El desenlace es devastador, me ha helado la sonrisa anterior, es de una dureza inmisericorde, reflejo de la propia realidad del tsunami. Desdichada Michiko Natsume, que pasa de matar piojos a morir implacablemente como uno de ellos, junto a su hijo y otros cientos de miles, de improviso, sin comprender. En mi modesta opinión, un relato espléndido. Me ha encantado.

Jes Lavado dijo...

Muchas gracias, Alfonso. Por los elogios y por dejar tu comentario. Me alegra que te guste.