miércoles, 11 de junio de 2014

Círculo vicioso

   La felicidad llegó al pueblo de la mano del padre Alberto. Jamás estuvo tan nutrida la cola del confesionario como aquella volcánica primavera. Ancianas venerables, núbiles jovenzuelas, casadas y solteras acudían a diario a relatar sus pensamientos lúbricos, adulterios de trastienda, fantasías prohibidas y vicios solitarios a cambio de la absolución que aquel adonis de ojos cobalto les imponía con sus viriles manos.  El apuesto párroco las escuchaba en silencio, pronunciando apenas un ronco “continúa” de tarde en tarde que, combinado con un jadeo ahogado, enloquecía por completo a las feligresas. Nunca hubo hembras de conciencia más impoluta y arrepentimiento menos sincero. Ni tampoco novios, esposos y amantes más felices. La alegría, en definitiva, aumentó de manera exponencial en aquella pequeña población que, cada tarde después de misa, veía desfilar a un ejército de ardientes féminas convenientemente lubricadas, en busca de un cómplice con el que perpetrar los dulces pecados que habrían de confesar, sin dilación, al día siguiente.




Imagen: Pawel Kuczynski
Relato finalista en el II Concurso de microrrelatos erótico-románticos convocado por la Editorial ArtGerust. Pinchando aquí podéis consultar los demás finalistas.

3 comentarios:

@lorenzodrubio dijo...

Este lo cura todo. Enhorabuena, te leeré también en papel. Encantado de compartir libro contigo. Un saludo, Jes.

Luisa Hurtado González dijo...

Muy bueno, me gustó mucho. Cuanto hay que agradecer al cura, cuántos servicios. No me extraña, pero ni un poco, que esté seleccionado y sea publicado, es lo justo.

Queda además una incógnita, ¿qué pasa puertas adentro del confesionario, ese "continúa", ese suspiro?

No hay nada como imaginar y no saber.
Felicidades

montesinadas dijo...

Jes muy bueno no me extraña que andes en los papepeles. Te leo siempre que puedo y te persigo. Abrazos y muchos éxitos.