AL IGUAL QUE OCURRE CON CIERTOS LIBROS,
hay algunas series (pocas) que marcan un antes y un después en tu vida. Sin
duda Six Feet Under es una de ellas. Se empezó a emitir en 2001 y terminó en
2005 con su quinta temporada. Pero es una obra de tal envergadura que jamás
envejecerá. En todo caso se convertirá en un clásico. Y al igual que otras
producciones de alta calidad como Los Soprano, Mad Men o The Wire, que se
podrían considerar películas muy largas, de varios días de duración, Six Feet Under sería
una gran película de 57 horas y 45 minutos.
No me
alargaré en explicar qué es Six Feet Under, de qué trata cada temporada y mucho
menos, en analizar por qué es una serie tan brutalmente buena. No hablaré de los excepcionales actores que
conforman el reparto y que después se han confirmado como estrellas de la
televisión. Hay centenares de magníficas reseñas ya hechas, por gente mucho más
preparada que yo, que se pueden encontrar con facilidad en la web. Simplemente
diré que es una de las imprescindibles. Una serie durísima que
en cada episodio te coloca delante de la muerte. Y de la vida. Y lo hace de una
manera siempre descarnada; a veces irónica, otras desbordante de ternura; en la
que sus personajes, los complicados y entrañables componentes de la familia
Fisher, dueña de una funeraria, se convierten a lo largo de cinco temporadas en
miembros de tu propia familia. Nate, David, Claire, Brenda, Ruth… siempre
tendrán un lugar en el corazón de los que hemos visto la serie. Ellos crecen y
evolucionan contigo, pero tú también con ellos. Cuando terminas de ver el
último capítulo de la última temporada, te das cuenta de que ya no eres el
mismo que antes de ver la serie. Ha cambiado tu forma de mirar la vida y la
muerte. Tras 57 horas enfrentados de mil maneras a la certeza de nuestra inevitable
mortalidad, la vida se nos revela como el magnífico regalo que es. Como dice
uno de los eslóganes de la serie: “Cada día sobre la tierra es un buen día”.
“EVERY DAY
ABOVE GROUND IS A GOOD ONE”
Como toda obra colosal, tiene un
final enorme. Desde el capítulo 5x08 hasta el último, el 5x12, uno es arrastrado
por un vórtice de pura emoción, con los ojos arrasados de lágrimas,
y ya no paras de girar en ese remolino, hasta que la corriente te deposita
gentilmente en los famosos diez últimos minutos de la serie. Esos célebres últimos
minutos de Six Feet Under sobre los que se han derramado ríos de tinta, y de
los que se ha dicho que dan lugar, posiblemente, al mejor final de serie de
televisión de todos los tiempos.
Y es muy probable que lo sea. Al menos
por el momento. El último capítulo, dirigido por el propio creador de SFU,
Allan Ball, el cual se reservaba siempre la dirección del último episodio de
cada temporada, es una maravilla en cuanto a realización y metáforas. Puro
cine. Un puñetazo tras otro al corazón, en un magnífico epílogo que ata todos
los cabos, dejando al compungido espectador totalmente satisfecho, con un abundante
número de kleenex húmedos alrededor y un tremendo nudo en la garganta, mientras
la música de Sia lo envuelve, consoladora. Un
final que es imposible ver solo una vez. Una serie que hay que ver al menos una
vez en la vida.
"Un final que es imposible ver solo una vez. Una serie que hay que ver al menos una
vez en la vida."
1 comentario:
Emocionante reseña!! Como la serie misma.
SFU es más que una serie: te cambia, se cuela en tu vida para formar parte de ella, para siempre. Imposible olvidarla.
Me ha gustado mucho la serie y el post. Muy bien, Madseason!!
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