Imaginen
por un momento un cielo blanquísimo en mitad de la noche. Imaginen tres reyes que
también son magos, cabalgando bajo ese cielo, guiados por una estrella. Buscan
a un recién nacido que supuestamente es el hijo de Dios, y por pura lógica, el
ser humano más poderoso sobre la Tierra. Imaginen a esos tres magníficos
hechiceros observando complacidos al pequeñajo, que manotea feliz bajo la
mirada enternecida de sus padres (una pareja humilde que recibe estupefacta los
exquisitos obsequios de la singular comitiva). Y ahora visualicen a sus
majestades intercambiando miradas de alivio al salir del establo, tras
comprobar que el niño es un bebé inofensivo
y corriente, nada divino. Y que por tanto, no representa amenaza alguna y no
es necesario liquidarlo.
domingo, 25 de noviembre de 2012
jueves, 1 de noviembre de 2012
Amnesia post mortem
Avanzo con sigilo por el apartamento. La penumbra
de la hora tan temprana confiere a los objetos cierto aire fantasmagórico.
Apenas diviso el contorno de los muebles pero, extrañamente, no me tropiezo con
nada en mi camino hacia el dormitorio. Aún está acostado. Contengo una arcada
de asco ante la visión de su figura inflona, mórbida, desparramada sobre la
cama. Concentrando en un gesto todo el desprecio que me inspira este sujeto
agarro la almohada que voy a apretar contra su cara hasta que esté muerto. Pero
me detengo. Algo va mal. Demasiado inmóvil. No respira. Entonces veo el bote
vacío de somníferos sobre la mesilla. El cabrón se me ha adelantado. Y de
repente lo recuerdo todo. Me siento despacio en la cama y empiezo a hacerme a la
idea de ser el fantasma errante de un suicida obeso y cobarde por toda la
eternidad.
¡Feliz Día de Difuntos!
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