Imaginen
por un momento un cielo blanquísimo en mitad de la noche. Imaginen tres reyes que
también son magos, cabalgando bajo ese cielo, guiados por una estrella. Buscan
a un recién nacido que supuestamente es el hijo de Dios, y por pura lógica, el
ser humano más poderoso sobre la Tierra. Imaginen a esos tres magníficos
hechiceros observando complacidos al pequeñajo, que manotea feliz bajo la
mirada enternecida de sus padres (una pareja humilde que recibe estupefacta los
exquisitos obsequios de la singular comitiva). Y ahora visualicen a sus
majestades intercambiando miradas de alivio al salir del establo, tras
comprobar que el niño es un bebé inofensivo
y corriente, nada divino. Y que por tanto, no representa amenaza alguna y no
es necesario liquidarlo.
2 comentarios:
Afilado, Jes, un micro muy afilado, tanto que casi corta.
REconoceré que por un momento creí que apuntarías al destierro sufrido por la mula y la vaca, pero me has sorprendido y bien.
Un abrazo,
¡Coño, el final es buenísimo!
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