viernes, 25 de abril de 2014
LAPSUS
El niño abre el
libro por el cuento del elefante amnésico. De inmediato queda atrapado por las
brillantes ilustraciones y pasa la página con avidez de piraña. Pero al otro
lado aguarda un pirata sanguinario que canta ópera y se alimenta de tuétanos. Entonces,
la sed de aventura le devora y avanza veloz, derrapando entre viñetas y párrafos,
para colisionar fatalmente con el joven Holden Caulfield, al que han expulsado otra
vez del internado, y que, como él, no encuentra su lugar en el mundo. Noqueado,
no puede parar, y deambula de cataclismo en cataclismo, padeciendo con el
hombre que se convirtió en cucaracha; deslumbrado por las fantasías de un cuarentón
norteamericano hacia una preadolescente. Da varias vueltas al mundo, pasa unas
semanas en Macondo y varios milenios escalando una Montaña Mágica. Algo cansado,
decide anidar un rato en un verso de Neruda. Entonces el niño se mira
las manos, que ahora son quebradizas
y huesudas, las de un anciano. Todavía perplejo, ve cómo el poema que leía comienza
a emborronarse con lentitud, creando un vórtice de tinta. Desafiante, acepta el
reto y se arroja al abismo, permitiendo, sólo por esta vez, que un sueño atroz le
derribe los párpados.
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3 comentarios:
Genial, pero de lapsus nada.
Parece una decisión seria y si me apuras de lo más oportuna. ¿Por qué vivir como un viejo si puedes zambullirte en la aventura?
Genial, lo dicho.
Gracias Luisa. En realidad he escogido "Lapsus" por sus acepciones de "deslizamiento, caída" y de "periodo de tiempo entre dos límites", más que como error. Pero tienes mucha razón. Me ha gustado mucho tu interpretación personal. Supongo que las tres acepciones dan juego en este texto.
Mi gratitud por tus comentarios tan sinceros y amables. Un beso.
Me encanta ejes no pude leerko en su momento y lo disfruto ahora. Me encanta esa avidez de lectura con cada nuevo personaje.
Abrazos
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